21/4/2016 Pajares - Pola de Lena



Ultimo día. Andreu apenas ha dormido y no tiene humor para siquiera pensar en volver al Camino, con atisbos de fracaso. En absoluto. Hay que levantar el ánimo, disfrutar de lo que se ha conseguido y recuperarse para volver a la carga.

Nos damos un abrazo en la parada del autobús. Esto es así, sabes que difícilmente te volverás a encontrar a alguien con quien has compartido momentos tan intensos. No se puede volver la vista atrás.


Por otro lado, agradezco también algo de soledad, perderme en mi mundo, observar, encuadrar, esperar la buena luz. Dejarme llevar.


Hoy los paisajes son preciosos. Con el móvil ametrallo los grupos de Whatsapp sabiendo que las mejores fotos serán con la cámara (1,3 kgs según la báscula del vendedor ambulante).

Todavía zuecos, todavía las furgonetas llevando comida a los pueblos

Los primeros kilómetros me los tomo con toda la tranquilidad, en contraste con lo que suelo hacer el primer día, devorar el recorrido.

Los hierros que lleva colgando del cuello son para que no salte. Una salvajada



Me gusta abandonarme, no saber dónde estoy ni qué hora es. Llevo algo de comida que compré días atrás y lo que me dio Andreu. Hoy hasta el km 16 no hay nada, y para desayuno sólo contábamos con la máquina de monedas que daba algo parecido a café.

Paro para dar cuenta de la última lata de sardinas

Estoy encantado con el Camino de San Salvador, tan concentrado todo: aventura, paisajes, compañía, soledad, fotos, y, al lado, Isa, los niños, los grupos de Whatsapp. ¿Qué más falta? nada, ni comer.

Aparezco aquí, ¿por qué no tumbarme y ver la Tierra rodar?

Pero también tiene sus pegas. Si hay poca gente es porque no es un camino sencillo. Los kilómetros pasan muy lentos. Las cuestas, el barro escurridizo, la amenaza de lluvia.

De vez en cuando soplaba la brisa y una lluvia de pétalos blancos me hacía flotar

Todo se va acumulando y pasadas unas horas hace mella en el cuerpo. El hambre hace lo propio en la mente. Para colmo, en una anunciada bajada vertiginosa, me salto una señal, pero convencido que descensos como ese hay pocos, descuido las indicaciones. Total, que me veo en el pozo del mundo frente a una cancela y no recuerdo cuándo fue la última flecha que vi. Ole. A desandar, con la suerte de que puedo seguir mis propias huellas y no me pierdo otra vez.



Llego a Campomanes y ya no me separo de la civilización. Se me ha hecho tarde pero ya no importa mucho, si me despisto será sencillo volver al camino.

Santa Cristina de Lena

En Pola de Lena, sello y tomo el tren a Oviedo, para salir mañana a Madrid y luego a Albacete.


Ahora me espera un baño de espuma en el hotel.



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